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Un estudio genético identifica el parásito de la leishmaniasis y traza el recorrido de sus cepas

Una de las variantes localizadas podría estar relacionada con un brote que se produjo entre 2010 y 2015 en la zona sur de Madrid

Un estudio genético identifica el parásito de la leishmaniasis y traza el recorrido de sus cepas

Егор Камелев (Unsplash)

Un grupo de científicos españoles ha logrado identificar el parásito que provoca la leishmaniasis a través de la revisión de datos genómicos. Para el estudio, llevado a cabo por el grupo del área CIBER de Enfermedades Infecciosas (CIBERINFEC) en el Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III y del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM), se ha revisado la información relativa a las muestras de leishmaniasis que los investigadores científicos han ido generando y que se conserva en bases de datos de acceso público. Este procedimiento ha posibilitado la detección de las diferentes variantes de la enfermedad, lo que hubiese sido imposible empleando métodos clásicos.

«Gracias a esta investigación hemos conseguido localizar las distintas cepas del parásito que existen a nivel mundial y, más concretamente, las que se encuentran presentes en la Península Ibérica», apunta en declaraciones a THE OBJECTIVE José María Requena, miembro de CIBERINFEC y responsable del estudio.

Todo ello en un marco tecnológico en el que la investigación genómica se encuentra completamente consolidada, incluso en el ámbito doméstico, donde «muchas personas solicitan la secuenciación de su propio genoma».

La enfermedad se introdujo en América durante la conquista

La investigación ha puesto de manifiesto que en España existen dos tipos de la denominada leishmania infantum, que es una especie que «produce infecciones en personas y, fundamentalmente, en niños». No obstante, la incidencia de esta variante es escasa porque depende sobre todo del estado nutricional de los potenciales huéspedes. Asimismo, el equipo investigador ha proporcionado un conjunto de datos de las secuencias de 60 cepas de leishmania infantum aisladas de pacientes de América, Europa Occidental y del Este y África del Norte.

Requena destaca que dentro de estas clases diferenciadas de leishmania infantum, «una de ellas, la ‘clásica’, es muy similar al que se ha detectado en Brasil», lo cual «nos ha servido para probar la hipótesis de que esta cepa fue introducida en el continente durante la conquista de América». A su vez, este descubrimiento ha permitido «trazar el recorrido histórico de esta variedad» a lo largo y ancho de la geografía mundial. A este respecto, el experto considera altamente probable que la enfermedad fuera transmitida por «perros infectados».

En relación a la otra variante, el investigador informa a este diario de que «podría estar relacionada con un brote de leishmaniasis que se produjo entre 2010 y 2015 en la zona sur de Madrid, donde se llegaron a detectar cientos de casos al año en humanos, cuando lo normal es que en toda España se reporten solamente unos 50″.

Según el Documento Técnico de Salud Pública de la Comunidad Autónoma de Madrid, entre 2001 y 2014 notificaron 966 casos de leishmaniasis en la capital, experimentando el pico más alto en el año 2011.

El estudio extrae dos importantes conclusiones: por un lado, que «el parásito ha evolucionado», generando variantes que provocan diferentes patologías, más y menos graves; y en segundo lugar, «la necesidad e importancia de que los datos que se generan durante las diferentes investigaciones se conserven públicamente».

El siguiente paso, tras conocer las características genéticas de estas variantes es, según Requena, «identificar elementos propios más específicos, como por ejemplo proteínas», para poder abordar la producción de vacunas más efectivas, tal y como ha ocurrido con las diferentes cepas del coronavirus.

En busca de nuevos tratamientos

En la carrera por desarrollar un tratamiento efectivo para esta enfermedad, otra investigación desarrollada por el mismo equipo ha permitido publicar en la revista Genes una revisión sobre un grupo de proteínas presentes en los parásitos leishmania, que causan enfermedades tropicales desatendidas como la leishmaniasis cutánea y la leishmaniasis visceral, endémicas en España. La identificación de estas proteínas que, en palabras de Requena, «son asombrosamente numerosas en este parásito», puede constituir un factor crucial en la búsqueda de nuevos fármacos contra la infección.

La leishmaniasis es una enfermedad «transmitida principalmente por la picadura de mosquitos (flebótomos), pero producida por un parásito que afecta tanto a animales (especialmente a perros), como a seres humanos», explica a este digital Daniel López Acuña, epidemiólogo y exdirector de Acción Sanitaria en Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que además considera que el descubrimiento de las proteínas que «facilitan la patogenicidad de este parásito» es muy útil para poder desarrollar «nueva formas de combatirlo».

La enfermedad, que afecta a las poblaciones más pobres del planeta, está asociada a la malnutrición, los desplazamientos de población, las malas condiciones de vivienda, la debilidad del sistema inmunitario y la falta de recursos. Según la OMS, se calcula que cada año hay entre 700.000 y un millón de nuevos casos.

Un parásito con una gran capacidad de adaptación

La revisión está centrada en los cambios genómicos y proteómicos que se producen en leishmania durante su ciclo vital, especialmente cuando pasan del insecto transmisor al huésped infectado. 

Cuando llegan al interior de las células del individuo infectado, los parásitos se enfrentan a un cambio drástico de las condiciones ambientales, con un considerable aumento de la temperatura, falta de nutrientes y del oxígeno disponible, estrés oxidativo y la respuesta del sistema inmunitario del huésped. A pesar de ello, leishmania es capaz de adaptarse rápidamente para sobrevivir en este nuevo entorno hostil y producir la enfermedad. Es en este proceso de adaptación donde las proteínas analizadas, que están concebidas «para proteger de los aumentos de temperatura», juegan un papel clave.

El estudio de estas proteínas, que reciben el nombre de chaperonas, «es importante porque el desarrollo de fármacos inhibidores permitiría combatir el crecimiento del parásito una vez que ha comenzado la infección en el organismo de la persona», concluye el responsable de la investigación, José María Requena.

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