THE OBJECTIVE
Opinión

El diablo de los audios

«El único apocalipsis espeluznante consiste en tocar con las manos el azufre de la verdad»

El diablo de los audios

Es, cuando menos, simpático que alguien que tiene acceso y da uso informativo a las maniáticas grabaciones de un mefistofélico excomisario de policía sea incapaz de acordarse, cuando habla con él de sus cosas, de que ese señor lo graba todo. Con Villarejo hay que quedar para estar callado, o para decir frases sin sustancia, que hace buen día y que no se desea tomar café. Villarejo es un personaje performativo, casi a la altura de Marina Abramovic o Kenneth Goldsmith, alguien decidido a registrar cada conversación que mantenga en su día a día. Luego pasa que Villarejo las conversaciones que mantiene en su día a día son todas delito.

Durante algunos años, allá en los 90, se puso de moda una misma escena en las películas de misterio o ciencia ficción, que coronaba además una misma frase retadora (Abre los ojos entre ellas, por ejemplo): «Quizá no puedas soportar la verdad». De los audios de Villarejo hay que sacar esa misma enseñanza: no podemos soportar la verdad.

Villarejo puede, es tal la capilaridad de su influencia morbosa, tal el despliegue de manteles y llamadas y comidas, tal, realmente, la especifidad de sus labores turbias, que todo aquel que en España ha necesitado hacer algo sucio, confesar algo vil, denunciar una adicción o airear un vicio propio o ajeno ha pensado que lo mejor era comer con Villarejo y que lo grabara todo.

Debemos concluir que grabar conversaciones es la forma que tiene Villarejo de confirmar que no somos mejores que él.

«¿Sería usted capaz de dormir por las noches después de urdir montajes que costaran vidas? Ellos sí»

Lo último es, en rigor, lo mismo de siempre. Esa obscenidad pura del poder, que no son más que cuatro hombres relajados diciendo tacos y deformando vidas. Acostumbrados a las películas americanas, a las grandes frases y parlamentos, se nos cae el alma al piso cuando el gran poder habla como tu cuñado sin estudios. No era más que esto, el poder, el éxito y la vida: joder a todo el mundo y salir indemne hasta que alguien te joda a ti, te grabe.

Ahí, amigos, llega el dilema que debemos plantearnos, nuevamente muy de verlo en la gran pantalla. ¿Queremos saber la verdad? No de Pablo Iglesias o de Antonio García Ferreras: la verdad de todo. Quizá descubramos que desde el Rey al último diputado del Congreso, pasando por comisarías, diputaciones, ONGs, periódicos, hospitales y puestos de castañas, todo está completamente podrido. Y, sin embargo, funciona.

Y si funciona, queridos lectores anónimos y sin importancia, es porque la mayoría de nosotros no ha comido con Villarejo. Es, muy exactamente, que Villarejo no pueda comer con todo el mundo lo que permite que España funcione, y no sea mal país a fin de cuentas, nos pongamos como nos pongamos. España funciona porque ni usted ni varios millones de personas más tienen tiempo de inventar bulos, amenazar de muerte, extorsionar con vídeos sexuales, difundir fotos consumiendo cocaína o filtrar audios endemoniados. Tiempo para eso sólo tienen los políticos que votamos y los ciudadanos ejemplares, que dirigen emporios y televisiones y ganan premios y, en fin, van a pasar a la Historia. O sea, a las páginas del mal.

Todo este puto tinglado lo sostiene usted con su inocencia.

Usted cree que hay un esqueleto formidable que alza el Estado sobre su cabeza y preserva derechos fundamentales y servicios básicos. No lo hay. Solo hay un montón de gente sin escrúpulos que se ríe de usted, mientras batalla con otra gente sin escrúpulos por algo realmente simple: el dinero. ¿El poder? No, amigos, no. Esto sólo va de dinero, mucho dinero, la vida soñada de los ángeles.

Mientras enseñamos a nuestros hijos a respetar las normas, estudiar mucho y conseguir un trabajo bien remunerado y a ser posible prestigioso, el revés de la trama es que sin normas no hacen falta estudios, y trabajar consiste en quedar para comer. Lo único que hay que hacer son comidas, un poco de pasteleo, un poco de maldad sin culpa. Para ser el demonio también hay que valer, no se crean.

¿Sería usted capaz de dormir por las noches después de urdir montajes que costaran vidas? Ellos sí. Porque saben que, si no urden montajes, si no espían y extorsionan a otros, otros los extorsionarán a ellos. Ser malo se ve de otra manera cuando sin hacer el mal sabes que vas a perder. Quieren ganar.

Yo siento fascinación por Villarejo. Debe de ser increíble su cabeza, su memoria, su anecdotario. Resistir tanta verdad. Por eso no me vale un audio cada año y medio, hoy embarrando a unos y mañana emporcando a otros, me pone la visión panorámica que tiene el comisario en cuatro cajas. Lo quiero todo, los teras, el horror, el arma humeante del poder.

Porque el apocalipsis no tiene nada que ver con la Biblia o con el clima, el único apocalipsis espeluznante consiste en tocar con las manos el azufre de la verdad.

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