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EEUU no sabe lo que se pierde sin Woody Allen: 'Día de lluvia en Nueva York' es una joya

‘Día de lluvia en Nueva York’ es tierna y divertida y el mejor Woody Allen de la década, con permiso de ‘Midnight in Paris’ y ‘Blue Jasmine’

EEUU no sabe lo que se pierde sin Woody Allen: ‘Día de lluvia en Nueva York’ es una joya

Woody Allen es el maestro de las historias sencillas. Un hombre y una mujer. Una ciudad idealizada. Un jazz, un piano, la lluvia. Un romance inesperado y un puñado de personajes completamente superados y que –sin embargo– siguen adelante, tan bien como pueden. La vieja fórmula de la comedia que Woody Allen reconstruye una y otra vez con el ingenio del artesano. A sus 84 años nos regala Un día de lluvia en Nueva York, un ejercicio brillante de cine, tan grande como otros títulos propios de la década como Midnight in Paris y Blue Jasmine.

 

Dice Woody Allen que si dejara de hacer cine –si le impidieran hacer sus películas–, seguiría escribiendo, haría teatro, escribiría novelas. ”Si yo pudiera”, cuenta en una entrevista para El País Semanal, “viviría en un musical de Fred Astaire”. Claro que eso es imposible: la batalla entre la ficción y la realidad es injusta porque siempre es la realidad la que se impone, por inevitable.

Woody Allen viviría en un musical de Fred Astaire, donde todos son bellos y felices. Y tantos otros lo harían en sus películas. En una como esta, Día de lluvia en Nueva York, que es tierna y divertida y simplemente maravillosa. Algunos críticos sostienen que no es graciosa hasta la carcajada, pero no es cierto del todo. Lo sabe la esposa del hermano de Gatsby, el alter ego del autor que interpreta un extraordinario Timothée Chalamet, con esa risa incontenible. Una risa de Joker. Tampoco es cierto del todo que siempre ocurre lo mismo en las películas de Woody, sólo se parecen en lo esencial: en la tristeza, la incertidumbre, la fragilidad, la felicidad incompleta.

EEUU no sabe lo que se pierde con Woody Allen: 'Día de lluvia en Nueva York' es una joya
Poster oficial de ‘Día de lluvia en Nueva York’.

Nadie sabe lo que quiere Gatsby en su vida, salvo Gatsby. Un jovencísimo estudiante en una universidad menor al que le gusta el póker, la música jazz y los paseos bajo la lluvia. Una vieja novia estaba tan perdidamente enamorada de él que dio uno de esos húmedos paseos con Gatsby y terminó en el hospital con pulmonía. Pero eso fue en otro tiempo: Gatsby está saliendo ahora con una muchacha encantadora y apasionada que estudia periodismo y que consigue una entrevista con un cineasta de circuitos no comerciales, aunque muy popular: Roland Pollard –ahí va otro pedacito de Allen–. Ese encuentro debe producirse en Nueva York, en la misma ciudad y en la misma fecha en que tenían previsto pasar el fin de semana juntos… y entonces todo cambia. Ella está demasiado ocupada y él demasiado nervioso y en ese estado de turbulencias se rompe el collar de perlas.

Hemos sido fieles devotos de Woody Allen en Europa. Diría que lo hemos sido desde el comienzo, desde Coge el dinero y corre. Woody Allen abraza ese cariño, rueda por aquí cerca, pasó hace poco por San Sebastián. “Quiero hacer con San Sebastián lo que hice con Nueva York”, contó en la ciudad vasca. Aunque luego le entra la morriña y dice que echa de menos su ducha y que desea regresar a casa.

En Estados Unidos han sido más inclementes con él, mucho menos fervorosos respecto a su trabajo. A pesar de los cuatro Oscar. Esos premios que nunca recoge porque está demasiado ocupado buscando compromisos –conciertos con su banda– con los que escabullirse.

Los estadounidenses no podrán ver la película en las salas. La denuncia de Mia Farrow por la supuesta agresión sexual de su hija Dylan hace 25 años, apoyada por el #MeToo y desestimada por la justicia, condujo a Amazon a arrepentirse de haber firmado un contratazo con Woody Allen –que ahora les reclama 68 millones de dólares como compensación– para financiar tres de sus películas.

La primera –antes de que se reavivara la furia– se llamó Wonder Wheel y salió en 2017. La segunda es la que nos incumbe, Día de lluvia en Nueva York, que ha estado durante meses secuestrada, pese a que finalmente se verá en algunos países –en España, gracias a la distribuidora A contracorriente [nunca un nombre fue más oportuno]–. La tercera se rodó este verano en Donostia, producida por Mediapro, y se llamará Rifkin’s Festival. Cada vez las cosas son más difíciles para Woody Allen. Estados Unidos no sabe lo que se pierde sin Un día de lluvia en Nueva York.

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