THE OBJECTIVE
J. Ignacio Prendes

Jaime Carvajal Hoyos, un legado moral

«Fue un verdadero hombre de acción, un líder social imbuido de un profundo sentido de su responsabilidad cívica en la defensa del orden constitucional»

Opinión
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Jaime Carvajal Hoyos, un legado moral

Jaime Carvajal | Cedida por José M. de Areilza Carvajal

Se acaban de cumplir dos años del prematuro fallecimiento de Jaime Carvajal Hoyos, estoy seguro de que en la memoria de su familia y en la de todos los que tuvimos el privilegio de tratarle y gozar de su amistad, aunque no fuese por mucho tiempo, retumba aún aquel golpe seco como un cruel e injusto crepúsculo de verano.

Han sido dos años densos y vertiginosos. Dos años en los que la figura de Jaime, lejos de diluirse, se agiganta. Su innata y extrañísima en estos lares capacidad de escucha, unida a una natural generosidad eran capaces de convertir en importante a cualquiera que fuese su interlocutor, transformando esos encuentros en una oportunidad de mejora personal, una especie de contagio ético.

Pero más allá de sus indudables virtudes privadas está su autenticidad en tiempos de impostura; su radical compromiso cívico con los valores de la Transición, los de la mejor España, en tiempos de revisionismo destructivo; y su capacidad de diálogo e integración cuando atruena el griterío y la confrontación. Proyectando, todavía hoy, una luz que perfila el ideal de ejemplaridad pública que tan bien definió Javier Gomá: «que tu ejemplo produzca en los demás una influencia civilizadora». 

«La vida de Jaime fue una vida ejemplar que influyó positivamente en muchas personas, seguramente en más de las que lo sospechan»

Y sin duda la vida de Jaime fue una vida ejemplar que influyó positivamente en muchas personas, seguramente en más de las que lo sospechan. Su trayectoria estuvo presidida siempre por ese plus de responsabilidad moral que entendía exigible, especialmente, a quienes como él disfrutaban de una posición de privilegio. Por eso, una trayectoria profesional brillante, iniciada en Princeton University y el Banco Mundial, que le llevó a la Dirección General de Sabadell Banca Privada en Barcelona y más tarde a convertir a la firma Arcano Partners en una de las firmas independientes de referencia en el mercado financiero europeo, nunca fue suficiente. 

Aún recuerdo en los días posteriores a su fallecimiento la sorpresa de tantos amigos al descubrir que habían compartido tarea filantrópica con Jaime casi sin saberlo: ¿había alguna causa justa, alguna fundación, alguna ONG en la que Jaime no participase? 

A él se debe el impulso de la Fundación Princesa de Girona, ocupada en fomentar la transformación educativa y premiar el talento joven, que juega hoy un papel decisivo en la vinculación con el futuro y las nuevas generaciones de la heredera de la Corona. Otras muchas entidades de la sociedad civil llevan su sello, como la Fundación Exit, ocupada en reducir el abandono educativo temprano de jóvenes en situación de vulnerabilidad social. La Fundación Hay Derecho de la que fue vocal asesor y que promueve la regeneración institucional, la lucha contra la corrupción y la defensa del Estado de Derecho. La Fundación Foro de Foros, espacio de pensamiento, debate y aprendizaje intergeneracional. La Fundación Fies, ocupada en hacer presente en la sociedad el valor de la Corona como institución integradora e impulsora de la convivencia. 

«Desde el compromiso con su país, no podía permanecer impasible cuando la locura rupturista del procés en Cataluña avanzaba sin remedio»

Tanto esfuerzo nacía de su fundamental preocupación, España, el futuro de las nuevas generaciones de españoles y la continuidad histórica del exitoso proyecto de la Transición. Por eso, desde el compromiso con su país, no podía permanecer impasible cuando la locura rupturista del procés en Cataluña avanzaba sin remedio, y en el 2016 crea uno de sus proyectos más personales y queridos: la Fundación Juntos Sumamos. Una fundación nacida de ese compromiso cívico, pero también de su amor a Cataluña, sociedad que conocía bien y de la que se sentía parte, con el objetivo de defender un espacio común de convivencia y fomentar los afectos entre Cataluña y el resto de España, también entre los catalanes. 

Jaime no fue de los que volvieron la cara tratando de mantenerse al margen en una cuestión que afectaba de lleno, no solo a la integridad territorial de España, sino sobre todo a su propia concepción, definición y configuración como Estado social y democrático de derecho. Al contrario, de aquella experiencia nació un compromiso más fuerte aún para suturar la fractura política y social que se extendía desde Cataluña al conjunto de España. 

Con ocasión de un curso de verano en Alicante, repasaba yo esta semana los discursos del profesor Rafael Altamira, humanista que fue a la vez o sucesivamente literato, periodista, pedagogo, iushistoriador, americanista y juez del Tribunal de Justicia de La Haya. Y al que le cabe también el mérito de ser uno de los creadores de la Extensión Universitaria. Entre otras joyas me encontraba con este fragmento del discurso de apertura del curso académico de 1898 en la Universidad de Oviedo, donde era catedrático de Historia del Derecho:

«Si España no sale de la profunda crisis que atraviesa, culpa será de los llamados ‘elementos directores’—entre los cuales hay que incluir a todo el que tiene conciencia de las necesidades generales de la patria— a los cuales incumbe la ‘acción’; y es bueno que piensen seriamente en esa culpabilidad que les amenaza».

«Jaime fue un verdadero hombre de acción, un líder social imbuido de un profundo sentido de su responsabilidad cívica en la defensa del orden constitucional»

Sorprende la actualidad del texto, encastrado también en un momento de aguda crisis, y la profunda convicción de Altamira a la altura ya de 1898 de que, a las élites intelectuales y económicas, en definitiva, a las capas más conscientes de la sociedad, les correspondía una responsabilidad que no se limitaba al «lirismo quejumbrón», sino que necesariamente debía desembocar en la «acción». 

Jaime siempre cumplió con ese deber, fue un verdadero hombre de acción, un líder social imbuido de un profundo sentido de su responsabilidad cívica en la defensa del orden constitucional y en la búsqueda de soluciones a los problemas de España. Un compromiso que para él constituía un imperativo moral.

Cuando en 2021 recibió a titulo póstumo el primer «Premio 15 de Junio» a los valores constitucionales en el Congreso, se produjo una confluencia de personas y testimonios que hoy difícilmente alguien podría concitar. Y es que como bien lo definió Pedro de Silva, expresidente socialista de Asturias: «Jaime había empezado a ser una referencia para muchas cosas…una referencia de concordia, de respeto, de tolerancia, del encuentro, era un hombre del encuentro». Y en palabras de Cayetana Álvarez de Toledo: «constituía la encarnación de los valores de la Transición». 

Más allá de su dolorosa ausencia, su legado, un verdadero legado moral, nos interpela a todos, pero sobremanera a esa élite titular del privilegio de la responsabilidad que tan bien supo entender Jaime. Una exigencia que queda bien definida en las palabras que Josep Oliú, presidente del Banco de Sabadell, le dedicó en la entrega del premio: «No rendirse nunca en la búsqueda, a través del convencimiento, de un proyecto de país que, siendo plural, es mucho mejor cuando actúa junto que cuando va por separado».

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