THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

Secesionistas de la secesión

«Es difícil diferenciar la farsa de la realidad, pues el espectáculo político adopta en el caso catalán tintes grotescos y no pocas veces desagradables»

Opinión
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Secesionistas de la secesión

Ahora mismo no es que los independentistas pongan un circo y les crezcan los enanos, sino que se han empeñado en convertir la política catalana en un espectáculo circense. La verdad es que llevan años haciendo el ridículo, pero no parece que tengan intención de ponerle fin al desaguisado. Mientras puedan vivir del cuento, The show must go on. Como si no se acumularan los problemas, ellos llevan una semana encerrados con su solo juguete de la manifestación del domingo. La organización corre a cargo de la ANC, una de esas asociaciones que se crearon para llevar a Cataluña a la independencia y que sólo han contribuido a agilizar su actual decadencia. Los organizadores ya han dejado claro que la ‘manifa’ se convoca en contra de los políticos actuales, que poco están haciendo para emancipar al sufrido pueblo catalán de la opresión tiránica española. No es de extrañar, dada la coyuntura, que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, opte por no acudir a la cita. De hecho, de momento ningún miembro del gobierno de la Generalitat de ERC acudirá a la manifestación de marras. En cambio, sí que asistirán los restos del naufragio de Convergencia que forman parte del Govern. A estas alturas del desgobierno ninguno de los dos socios disimula lo más mínimo el profundo fastidio que le produce el otro. Tanto es así que si uno decide no apuntarse a una fiesta, el otro acude en tropel y encabeza feliz la farra. 

Como se nota demasiado que se están choteando en la cara de su propia parroquia, tuvo que salir mosén Junqueras, con su mirada revuelta y su verborrea redicha, a poner un poco de orden, aunque sin aclarar si acudirá o no a la manifestación. Regañó, eso sí, a la ANC por montar un happening que «va en contra de muchos independentistas y del independentismo mayoritario de este país». 

«Querían unidad sonriente y no han conseguido ni un gobierno capaz de urdir una estrategia común»

Dada su condición eclesiástica, mosén Junqueras debería ser un poco más cuidadoso con la verdad. No es cierto que el independentismo sea mayoritario en Cataluña. De momento, sólo suma desproporcionadamente en escaños en el parlamento catalán, pero en ningún caso responde a la realidad ciudadana del país. En parte, como crítica a ese desfase entre el voto rural y el urbano, nació la plataforma Tabarnia, una gamberrada higiénica presidida por el actor Albert Boadella que defiende la secesión de Barcelona y Tarragona de Cataluña. Esta semana, ya como acto de delirio, nombraron a la presidenta de la Comunidad de Madrid, la ubicua Isabel Díaz Ayuso, también presidenta de la República de Tabarnia

Llegados a este punto es difícil diferenciar la farsa de la realidad, pues el espectáculo político adopta en el caso catalán tintes grotescos y no pocas veces desagradables. De ahí que ese sentimiento de querer independizarse de los políticos independentistas pueda parecer una ocurrencia extravagante que, no obstante, tiene un trasfondo vívido que responde al hartazgo de muchos ciudadanos catalanes con el panorama consuetudinario. 

Cuando a las comunidades las tensionas precipitadamente en bandos irreconciliables sucede que fraccionas una sociedad. Querían unidad sonriente y no han conseguido ni un gobierno capaz de urdir una estrategia común. Con las cartas sobre la mesa, los actuales líderes independentistas y todo su ecosistema mediático serán capaces de seguir viviendo del cuento hasta que los catalanes lo permitan. Mucho me temo que la independencia aplazada durará unos cuantos años más. Seguirán las desavenencias y las broncas entre las distintas facciones ‘indepes’, seguirán sus excusas marrulleras para poder mantenerse en el sillón sin cumplir la palabra dada, y sin embargo conseguirán ganar elecciones. A veces, la secesión de los secesionistas es la única salida viable.

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