THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

El fanatismo carece de humor

«Ataques como el de Rushdie muestran la necesidad de proteger y promover más la libertad de expresión en las sociedades plurales a nivel cultural y religioso»

Opinión
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El fanatismo carece de humor

Primera portada de la revista 'Charlie Hebdo' al volver a publicarse tras el atentado yihadista. | Reuters

El ataque que recibió hace unos días el escritor Salman Rushdie es una cuchillada a la libertad de expresión y al humor. 

Rushdie, tiene un gran sentido del humor, como mostró en 2017 en la serie de Larry David Curb Your Enthusiasm, riéndose de sí mismo y de la situación que le había causado la fatua. El escritor angloindio se burlaba del peligro, que le tenía en vilo desde 1989 cuando el ayatolá Jomeini pidió su cabeza, y se regodeaba al hablar de los beneficios de esa sentencia de muerte como eludir obligaciones sociales a las que no quería asistir o a lo que denominó como sexo fatua. Algo que el escritor describió como la atracción que emanaba hacia las mujeres el hecho de estar con un hombre en peligro. «Es como estar envuelto en un polvo sexy de hada», explicaba Rushdie. 

Ese humor que desprende el autor angloindio es el que siempre le ha faltado al islamismo radical que lo condenó a finales de los 80. 

La sentencia que emitió Jomeini, máxima autoridad religiosa de Irán, contra Rushdie por escribir Los versos satánicos exhalaba fanatismo. El edicto condenaba a muerte a «todos los editores y editoriales conscientes de su contenido» y hacia un llamamiento a «todos los musulmanes valientes, dondequiera que se encuentren en el mundo, para que los maten sin demora» y les ofrecía un más allá placentero: «Quien muera por esta causa será mártir». Además, el régimen de los ayatolás le añadió el incentivo de una recompensa de tres millones de dólares para el que acabara con la vida de Rushdie. 

«Hace seis años Irán incrementó el premio por la cabeza de Rushdie»

El edicto tuvo sus consecuencias mortales cuando el traductor al japonés de Rushdie fue asesinado en Tokio; su traductor italiano sobrevivió a un ataque, y su editor noruego fue tiroteado en las calles de Oslo.

La malhumorada fatua nunca fue abolida sino ratificada en 2017 por el sucesor de Jomeini y actual líder supremo de Irán, Ali Jamenei, y hace seis años se incrementó el premio por la cabeza de Rushdie. El agresor del escritor, Hadi Matar, parece haberse inspirado en los dirigentes iraníes a la hora de intentar asesinar a Rushdie tal y como muestran sus redes sociales en las que ha publicado imágenes de Jomeini, Jamenei y del que fuera líder de la Guardia Revolucionaria iraní, Qasem Solemaini, asesinado por Estados Unidos en 2020. 

El Gobierno iraní, días después del atentado, ha negado su responsabilidad en el intento de asesinato de Rushdie, pero justifica su apuñalamiento y se regodea del mismo al dar a entender que la culpa la tiene el propio escritor por un libro que el radicalismo chiíta considera un insulto al islam.

La Administración estadounidense se ha mostrado tibia y no ha culpado directamente a Teherán por el ataque a Rushdie. Las conversaciones nucleares para reactivar el acuerdo nuclear con Irán siguen en marcha y están en un momento crítico. ¿Pueden Washington y Bruselas seguir negociando y fiarse de un régimen fanático que se burla y justifica el intento de asesinato de un escritor perseguido desde hace más de 30 años? Si con Putin no quieren hacerlo, por qué si hacerlo con Jamenei. 

«Un sentido del humor que también se está perdiendo en Occidente con la cultura de la cancelación»

El fanatismo islamista ya ha dado suficientes muestras de intolerancia hacia la crítica, el humor y la libertad de expresión en las últimas décadas. Además, de la prohibición de Los versos satánicos en más de 10 países, no hay que olvidar las condenas y prohibiciones incluso en Europa del libro La rabia y el orgullo de la periodista italiana ya fallecida Oriana Fallaci por sus duras críticas al islam; la publicación de las caricaturas de Mahoma en el periódico danés Jyllands-Posten que dieron lugar a asaltos a embajadas danesas y boicots a sus productos en distintos países del mundo.; o el asesinato en 2015 de 12 trabajadores del semanario satírico Charlie Hebdo en París tras imprimir de nuevo de esas viñetas.

Los fanáticos carecen de sentido del humor tal y como han denunciado en diversas ocasiones creadores como el autor teatral Albert Boadella o el escritor israelí Amos Oz. Un sentido del humor que también se está perdiendo en Occidente con la llamada cultura de la cancelación. Un movimiento que boicotea o machaca en las redes sociales a aquellos que osen reírse de un colectivo determinado. Pura censura y ataque a la libertad de expresión de quienes que no desean oír expresiones o ideas que no les agradan. 

Ataques como el de Rushdie muestran la necesidad de proteger y promover más la libertad de expresión sobre todo en sociedades plurales a nivel cultural y religioso. Quien no es capaz de reírse de sí mismo o de soportar una ofensa, está más cerca del fanatismo de lo que cree. 

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