THE OBJECTIVE
Álvaro Nieto

Sánchez decide morir matando

«Como se ve derrotado, el presidente del Gobierno ha decidido emprender una deriva completamente suicida. El problema es que todavía nos queda año y medio»

Opinión
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Sánchez decide morir matando

Sánchez durante su discurso en el Congreso de los Diputados. | EFE

Si a alguien le quedaba alguna duda de que el presidente del Gobierno pudiera llegar a recapacitar en algún momento tras el descalabro de Andalucía y variar el rumbo con vistas a las próximas elecciones generales, en el Debate sobre el estado de la Nación ha quedado demostrado que Pedro Sánchez no tiene la más mínima intención de hacerlo.

Es decir, el presidente acabará sus días en Moncloa insistiendo en la vía que le ha traído hasta aquí: mucha propaganda, recetas de corte populista y pactos con sus socios independentistas, tanto vascos como catalanes.

Las medidas anunciadas para contener la inflación son una retahíla de disparates cuyo único objetivo es buscar a la desesperada los votos de los más incautos. Pero ni con esas lo conseguirá Sánchez. Una mayoría de españoles ya ha dado la espalda al presidente, como atestiguan las últimas elecciones y los sondeos recientes, y será muy difícil revertir la situación.

Anunciar un impuesto a las compañías energéticas y a la banca puede que sea lo más popular si hacemos una encuesta entre los ciudadanos y les preguntamos cuáles son las empresas más odiadas, pero ni conduce a nada bueno ni resuelve los problemas que tenemos encima de la mesa. Como muy bien están indicando los expertos, imponer ahora más impuestos a esos sectores sólo puede generar una mayor inflación, como también se ha visto con la bonificación de los carburantes, que ha terminado por llevar el litro de gasolina a cotas nunca vistas.

El beneficio es la prueba de que una empresa está bien gestionada, no la consecuencia de que sus directivos sean unos ladrones.

Además, apuntando de esa manera, Sánchez comete la terrible irresponsabilidad de criminalizar dos sectores clave de la economía, constituidos por empresas que generan riqueza, algunas de las cuales pasean la marca España por medio mundo. Por no hablar de esa sistemática demonización de los beneficios, como si las empresas lo único que pudieran tener fueran pérdidas. El beneficio es la prueba de que una empresa está bien gestionada, no la consecuencia de que sus directivos sean unos ladrones. Pero da igual, a Sánchez le importa un pimiento llevarse por delante esas empresas (véase el hundimiento en bolsa tras anunciar su plan), como también ocurrió días atrás con Indra tras asaltarla de forma descarada.

Sánchez el generoso

Al mismo tiempo, Sánchez se ha puesto, cual Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street, a repartir dinero de forma indiscriminada. ¿Tiene sentido que los abonos de trenes de media distancia vayan a ser gratuitos en otoño? ¿Pero a qué cabeza se le ha ocurrido semejante barbaridad? Esperemos que esa medida no llegue a aprobarse nunca porque, de lo contrario, miles de madrileños, por poner sólo un ejemplo, acabarían yendo gratis a sus chalés en la playa a costa del erario público.

Castigar a los ricos y premiar a los pobres. Ese el falso mensaje que ayer nos quiso colocar Sánchez. Fue, como venía haciendo en los últimos tiempos, la confirmación de que ya está construyendo el relato para el día después de perder las elecciones: «Me han echado los poderes fácticos». Un mensaje victimista en el que, para variar, nada de lo que sucede hoy en España es responsabilidad del Gobierno, sino fruto de una sucesión de calamidades imposibles de prever. Sánchez es un mago escurriendo el bulto: la culpa siempre es de los demás.

Por tanto, y a pesar del castañazo que se pegó en Andalucía el 19-J, el presidente no tiene previsto variar de estrategia. Por eso no le ha temblado el pulso a la hora de pactar la ley de memoria con Bildu, por eso ha convocado de inmediato otra reunión con Pere Aragonés, por eso no piensa retirar su propuesta para asaltar el Tribunal Constitucional. Como se ve derrotado, ha decidido emprender una deriva completamente suicida y morir matando. El problema es que todavía nos queda año y medio de carnicería.

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