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Daniel Múgica

PSOE: no hay entierro

«Si el PSOE ve la luz y recupera la abstención de los votantes de la extrema izquierda, todavía le faltaría lo fundamental, pescar en la almadraba del centro»

Opinión
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PSOE: no hay entierro

El candidato del PSOE a la presidencia de la Junta de Andalucía, Juan Espadas, durante la noche electoral en el PSOE-A. | Joaquin Corchero (EP)

Los que auguran el entierro del PSOE en las próximas autonómicas y generales deberían graduarse las gafas. En política, a futuros, las cosas nunca son lo que parecen. No le salen las cuentas al mercachifle del mañana, en lo referido a las personas y sus aspiraciones electorales. Tampoco comparto que tocar las emociones sea más importante que acariciar la compresión. Quizás sirva, y poco, para los más jóvenes, pero el que define el gobierno, el voto de centro, espera de los partidos concreción en las propuestas y cohesión en los discursos. Las organizaciones se afanan en intervenir en las redes sociales con mensajes publicitarios de venta de lavadoras. A mi quinta ni le vale ni le interesa. Queremos ver músculo y batallas dialécticas de gladiadores.

Mucho se escribe sobre Yolanda Díaz y su proyecto, yo el primero. No dudo de su capacidad de lanzarse a la arena del circo romano, pero al cabo su liderazgo es de cartón piedra. No la definen los resultados andaluces, aunque apuntalen el regreso del bipartidismo. Suscribo el artículo de mi colega Garrocho en este medio, y otro donde se explicaba que después de la pandemia la peña busca seguridad, la que únicamente ofrecen los dos grandes partidos. Yolanda Díaz carece de proyecto porque carece de ideas, de células en las CCAA capaces de articularlas, y, los más importante, de espacio electoral. Un día nos cuenta que sus postulados están con el PSOE y al siguiente que están a la izquierda del PSOE. La señora, guapa y simpática, no tiene el voltaje de Mélenchon ni lee el mapa de la realidad. Se empeña en aclarar que nació a la política con el chapapote. No recuerdo su voz en el desastre ecológico. No recuerdo que Yolanda Díaz frene públicamente a Pablo Iglesias cuando este no ostenta un cargo institucional.

Resaltar las declaraciones de Teresa Rodríguez después de arañar dos escaños: necesitamos asentar la industria para la siguiente generación. Teresa Rodríguez encarna el espíritu de la extrema izquierda cabal, que la hay, la que combatió, equivocándose, la reconversión industrial del felipismo, la que no cree en las bondades del mercado. Teresa Rodríguez, a mis entendederas, es la única candidata viable a la izquierda del PSOE.

Ya ha comenzado a derrumbarse el edificio de la extrema izquierda. El PSOE, un partido históricamente con reflejos, el primero de la clase pese a quien pese, es el idóneo para recoger los escombros, los votos antes destinados a Podemos y ahora en la digresión. Por ahí pueden ir los tiros del anunciado, en estas páginas, cambio de rostros en la comunicación. Consiguiendo convencer a Guillermo Fernández Vara para semejante tarea, los socialistas de la vieja armada estaríamos contentos. En Guillermo se concitan las tres escuelas del partido, las de Felipe, Zapatero y Sánchez, ahormadas por la de Prieto.

Explicaban los entornos de Sánchez y Feijóo que las andaluzas no se podrían leer en clave nacional. Los populares se han subido a un tren de éxito que tiende a averiarse. Falta prudencia en los dos partidos, y eso que Moreno es un tipo que está bien, un maestro de la política de la moderación. Feijóo también me cae en gracia, a la espera de que termine de ajustarse el traje de líder nacional. De momento le falta remendar los costurones de la derechona, medular en su partido. Eliminado el problema de Vox, lo normal es que alcen la voz los ultramontanos populares, los que solo creen en la patria con Dios, los que siguen negando la eutanasia, el aborto y la sana identidad sexual.

A Espadas se le arrojó del carro antes de las elecciones. Y Espadas, a la cabeza del socialismo andaluz, ha cosechado treinta escaños. Joder, es que no es tan mal resultado. En Sevilla volverán a lucir el puño y la rosa, y en Dos Hermanas. Lo veremos. Lo que se antoja pésimo es la falta de autocrítica de la dirección del partido la noche de autos. Treinta escaños tras una historia de mayorías, con la legislatura de otro partido, es un activo más que digno. Al PSOE le queda mucha pólvora.

¿Pero a qué PSOE? ¿El que pacta con la memoria de los asesinos y no de las víctimas, con Bildu, o el PSOE que representa el sentir mayoritario español? Guerra lo decía, somos un país de centro izquierda. El bueno de Alfonso se equivoca poco.

Si el PSOE ve la luz y recupera la abstención de los votantes de la extrema izquierda, todavía le faltaría lo fundamental, pescar en la almadraba del centro, en la que bucea Feijóo.

El andaluz Marín, decapitado, lo aclaró, somos un partido liberal y progresista, los de Ciudadanos. El desmochado Igea se escoraba al liberalismo conservador. Sin estridencias. A los candidatos, que fueron buenos, les pesaba la yunta de Arrimadas, tan yerma de cabeza política como de pensamiento ideológico. Arrimadas no sabe, y lo peor: no contesta. Si Ciudadanos acomete una refundación sin descabezar a Arrimadas contemplaremos una charlotada, una burla a los antiguos votantes de Cs, que se sentirán insultados y jamás regresarán a ese partido, certificando su defunción.

Arrimadas dimite y los militantes de Cs escogen un liderazgo con fuste. Entonces tendrían la oportunidad de sobrevivir, que pasaría necesariamente por el PSOE.

En ese escenario el PSOE arrinconaría a Bildu y obtendría mayorías parlamentarias con Cs.

Cs y el PSOE ganarían en la intención de los votantes. Cs es el que decide, la tumba o la vida. El PSOE es infinito, como Cantabria.

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