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Sonia Sierra

Pedro Sánchez crispa

«En Cataluña no ha mejorado la convivencia desde los indultos y todo sigue más o menos igual»

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Pedro Sánchez crispa

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, interviene en una sesión plenaria. | Eduardo Parra (EP)

Llevamos ya años –qué largo se me está haciendo- aguantando que Pedro Sánchez acuse de crispar a quien no se pliegue a sus designios o se atreva a hacer algún tipo de crítica. Nada nuevo para los que vivimos de Cataluña, porque es algo que ha copiado de sus socios de Gobierno, que le llevan décadas de ventajas en este y otros temas. Aquí, todo lo que no sea comulgar con las ruedas de molino del nacionalismo es crispar y querer acabar con los consensos que, por alguna extraña razón, siempre son del 80%, la cifra mágica por excelencia. Si en un mitin de tu partido o en la carpa de una asociación estudiantil como S’ha acabat aparecen unos simpáticos antifascistas que las emprenden a palos contigo, pues la culpa es tuya porque has ido allí a crispar, no como ellos, que son los guardianes de la concordia y de los valores democráticos. Y si lo denuncias, te acusarán, por supuesto, de buscar la división de Cataluña.

O si crees que tus hijos deberían tener el mismo derecho que los que tienen dinero a estudiar en más de un idioma, pues te callas y dejas de crispar de una vez, porque lo que tienes que hacer es proclamar a los cuatro vientos tu fe inquebrantable en la «inmersión lingüística» que, según ellos, con dos horas a la semana de español consigue que se adquiera mucho mejor nivel de esa lengua que en cualquier otro lugar de España. Curiosamente, los políticos nacionalistas defensores de esta idea aprovechan que pueden pagar carísimas escuelas privadas y huyen de eso que llaman «modelo de éxito». Parece que quieren un modelo de éxito solo para los hijos de los demás, que ellos se conforman con una educación plurilingüe que, si se aplicara en la educación pública, acabaría con la cohesión social, pero si lo hace la privada, esa misma cohesión no se ve afectada ni lo más mínimo.

Huelga decir que todos estos disparates han llevado a convertir Cataluña en una comunidad divida en la que una parte importante no se atreve a expresar sus ideas mientras que los otros repiten sin cesar que es un lugar donde reina la concordia, pese a que te puedan acosar e incluso agredir por acudir a un mitin o defender una educación en varios idiomas. Y esto mismo lo repiten sin sonrojo los socialistas que, como digo, han decidido trasladar lo peor del nacionalismo catalán a la política española como ya alertó Juan Milian en su libro El proceso español.

Resulta especialmente curioso lo que Sánchez y su tropa consideran «crispación» y «convivencia». Hace unos días, Sánchez le dijo a los senadores de ERC que «no es lo mismo que gobierne la izquierda que la derecha en este país, nosotros apostamos por la convivencia, y si no pregunte a sus compañeros que antes estaban en prisión y ahora están fuera gracias al Gobierno». Más allá de que resulta curioso imaginarse a unos gobernantes haciendo todo lo posible por boicotear la convivencia, es bastante indignante que el Presidente de un país presuma de haber sacado de la cárcel a personas que robaron los datos de todos los catalanes y malversaron dinero público para hacer un referendo ilegal con la idea de romper el país que él preside y presumir, además, de que liberar a delincuentes mejora la convivencia. 

En Cataluña no ha mejorado la convivencia desde los indultos y todo sigue más o menos igual. De hecho, los gobernantes separatistas, con el apoyo del PSC y de Podemos, han presentado una ley que tiene como finalidad negar a los alumnos catalanes su derecho a recibir una educación también en español así como no cumplir ni las leyes ni las sentencias judiciales. Si eso no es crispar, ya me dirán.  

Y les voy a poner otro ejemplo, este de Catalunya Ràdio, es decir, un medio público que pagamos con nuestros impuestos, donde hace unos días entrevistaron a la diputada Lorena Roldán. Bueno, lo de entrevistar es un decir, porque Laura Rosel, la presentadora, se empeñaba en hablar a la vez que ella, por lo que muchas veces resultaba difícil entender lo que decía y, no contenta con eso, en un momento de la pseudoentrevista le espetó que le iba a rebatir varias de las cosas que había dicho. Hasta aquí, nada nuevo: es lo que suele encontrarse cualquier constitucionalista cuando va a un medio público catalán.

Pero es que, además, después despedir a la invitada, intervino un colaborador que tras tratarla con desprecio refiriéndose a ella como «la Roldán esta», explicó jocosamente que deberían invitarla más porque había provocado muchos comentarios en las redes -todos negativos, se entiende, como siempre que entrevistan a alguien que no es separatista- y tuvo a bien seleccionar el de una señora que había expresado su deseo de acudir a los estudios con una escopeta mientras entrevistaban a dicha diputada. Roldán lo denunció en Twitter y, ante las numerosas condenas y el revuelo causado, el colaborador hizo un amago de disculpa diciendo que había comentado lo de la escopeta porque le había parecido gracioso. 

Así, mientras Pedro Sánchez acusa a la oposición de crispar, venga o no a cuento, y se pone la medalla de que la concordia reina gracias a él, la realidad es que en la radio pública se explica con total naturalidad que uno de sus locutores encuentra graciosísimo que una oyente quiera presentarse en los estudios con una escopeta por el simple hecho de entrevistar a una diputada constitucionalista. Concordia de la fina la de Sánchez, que no solo ha logrado crispar a una parte importante de nuestro país, sino también a un país como Argelia, que ha llegado a romper el Tratado de Amistad que tenía con España. Y por mucho que los socialistas y sus voceros digan que no hay peligro de suministro de gas ni de subida de precios, mejor vamos a ir recogiendo leña para el próximo invierno, por lo que pueda pasar.

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