THE OBJECTIVE
José Rosiñol

Margarita Robles, ¿la ministra de la derecha?

«Robles encarna lo que más detesta el populismo: una persona progresista, comprometida con un ideario de izquierdas (socialdemócrata) y con sentido de Estado»

Opinión
3 comentarios
Margarita Robles, ¿la ministra de la derecha?

La ministra de Defensa, Margarita Robles. | EP

La obsesión del populismo de izquierdas y el separatista contra la actual ministra de defensa es antológico, es como si algo en ella causase tanta desazón como inquina a los que tienen el plan de desmantelar nuestro país y aquellos que pretenden poner en marcha una especie de proceso revolucionario inspirado en el chavismo. Resulta muy revelador el tratamiento que se le da en los medios de comunicación progresistas (o aquellos que están siempre dispuestos a seguir las directrices de según que cenáculos del poder). La tendencia es a la adjetivación y el epíteto en sus múltiples variantes con el que vincularla con «la derecha».

Estamos ante una de esas operaciones de calado que tratan de deslegitimar a una persona, de crear una narrativa que impacte contra su reputación, sobre todo para distorsionar su imagen entre un público objetivo muy determinado para construir un relato de debilidad que pueda ser aprovechado en el momento oportuno. Este trilerismo narrativo es algo muy habitual en una sociedad como la nuestra, sometida a la constante niebla de la desinformación. No es nada nuevo, se ha practicado y se practica con muchas personas, sin embargo, en este caso, el calado del ataque es de tal magnitud que merecería la atención de la ciudadanía y de los actores políticos que (aún) creen en las normas y los procedimientos democráticos.

«Margarita Robles, la ministra sanchista que aplaude la derecha» así titulaba El País el día 8 de mayo una noticia respecto del «caso Pegasus». Público hacía lo propio el pasado día 6 de mayo: «Robles, de jueza progresista contraria a las cloacas a icono de la derecha y garante del Estado profundo». Son ejemplos paradigmáticos de este empeño en «contaminar» a la ministra frente a los votantes de izquierda y, sobre todo, con el objetivo de influenciar (ofreciendo una estrategia de salida) al Presidente para que se deshaga de la pieza más incómoda del Gobierno frente a esos movimientos populistas que han medrado en medio de la zozobra económica, los medios afines y el marasmo de las operaciones de desinformación.

Pero más allá de la utilización perversa del lenguaje para desprestigiar a la ministra Robles, cabría preguntarse el porqué de la intensificación de esta campaña contra ella. Por supuesto estamos en uno de los momentos más complicados de nuestra democracia, en pocos momentos de nuestra historia se ha puesto tan en cuestión a nuestras instituciones, pocas veces se ha dañado tanto la imagen de nuestro país a nivel internacional, pocas veces hemos asistido a la demolición de la reputación de organizaciones como el CNI que tienen como misión (y obligación) garantizar y proteger nuestros derechos y libertades. 

Imagino que Robles encarna lo que más detesta el populismo, esto es, una persona progresista, comprometida con un ideario de izquierdas (socialdemócrata), pero que tiene algo que debería ser imprescindible para cualquier gobernante sea del color político que sea: sentido de Estado. Porque lo que llamamos Estado es el sentido de continuidad institucional, es aquello que perdura en la lógica y necesaria alternancia política, es lo que permanece más allá de los vaivenes coyunturales y, sin ello, entraríamos en un escenario de descomposición democrática e institucional que podría ser aprovechado por aquellos que, precisamente ,tratan de destruir nuestra democracia y/o nuestro país.

Vayamos al caso concreto, a las circunstancias que rodean la intensificación de la campaña contra Robles, no indicaré quién porque creo que todos los tenemos en la cabeza, pero si el porqué y el para qué de todo esto.

Empecemos por el principio, tal y como desvelaba este lunes THE OBJECTIVE, el separatismo, durante el desafío al Estado de octubre de 2017, presuntamente tuvo contactos con enviados de Putin en los que se trató lo que parece es una operación de zona gris y posterior guerra híbrida. Parece ser que se ofreció tanto de facilitar recursos económicos a los golpistas como 10.000 soldados para lograr imponer la separación de Cataluña del resto de España y, como no, la desestabilización de España, de la Unión Europea y de elementos clave de la defensa antimisiles de los EEUU situados en Rota.

Como vemos, si esto es verdad, estaríamos ante una injerencia extranjera que podría haber desencadenado una guerra en nuestro país. El cliché es muy similar al que hemos visto desde 2014 con las repúblicas del Donbás. Apoyo ruso en el momento oportuno a un movimiento separatista para desestabilizar Ucrania y frenar las ansias de libertad y seguridad de los ucranianos (en forma de adhesión a la UE y a la OTAN). Aparición de miles de hombrecillos verdes que parecen soldados rusos, se comportan como soldados rusos, llevan armamento ruso pero que Rusia niega que sean rusos.

Ante este flirteo, el Estado y sus servicios de inteligencia activan sus mecanismos de seguimiento y defensa de nuestro país, según se ha reconocido públicamente se investigó (legalmente) a todos aquellos que podrían estar involucrados en el proceso de desestabilización para saber y evitar cualquier intento de destruir a nuestro país o a nuestras instituciones. Todo ello ocurría paralelamente a la creación del llamado Gobierno Frankenstein y, más allá del mercadeo político para formar gobierno, como es normal y obligatorio, nuestros servicios de información continuaron con su labor de vigilancia y prevención de riesgos. Y, entonces, llegó el ‘caso Pegasus’, un claro montaje destinado a reactivar al movimiento separatista, poner en un brete a un ya desgastado (y ahora agónico) Gobierno y, esta es la clave, tratar de dañar la imagen del CNI y cobrarse la pieza de la ministra.

¿Pero por qué centrar la diana en el CNI y la ministra? A mi entender, dañar la reputación del CNI es una forma de tratar de condicionar su labor, cuestión que no tendrá ningún resultado porque esta institución sigue disciplinadamente con aquello que le obliga la ley, por lo que el daño, máxime después de la esperpéntica huida hacia adelante del ministro Bolaños, la encontraríamos en la imagen que tiene del Centro la ciudadanía y, sobre todo, la imagen internacional de nuestro país, cuestión por la que el separatismo lleva trabajando y trabaja desde hace muchos años.

¿Y la ministra? Resulta muy interesante porque este ataque condensa dos visiones que permean en el sustrato de nuestra cultura política contemporánea. Por un lado, parece que hay quién sigue cómodo con el relato que vincula al Estado y sus instituciones con la derecha o las derechas (como si la Transición hubiera sido un proceso fallido). Naturalmente esto responde a la necesidad de cimentar el proyecto para desmantelar nuestra democracia y/o a nuestro país.

Por otro, cabría recordar en que en el contexto internacional fue Margarita Robles la que más apostó por el apoyo al ejército ucraniano, esto es, fue la ministra la que abogó por el envío de armas con el que permitir a los ucranianos tener una oportunidad frente al (famélico) oso ruso, ¿no les parece demasiado casual la presunta relación entre el separatismo y el gobierno Putin y la obsesión por derribar a la ministra que más trabajó para apoyar a Ucrania?

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D