THE OBJECTIVE
Anna Grau

Independencia de saldo

«Hace tiempo que en Cataluña la corrupción es rampante, pero de un tiempo a esta parte tiene, además, un objetivo claro: conseguir privatizar todo aquello que no se pueda independizar»

Opinión
1 comentario
Independencia de saldo

europa press

Sigan, sigan ustedes pensando que en Cataluña «ya está», ya no pasa nada, etc. Sigan pensando que da igual pasar por alto que las leyes se incumplan allí un día sí y al otro también y hablando de «lo que los catalanes quieren» como si el 52% del 50% que votaron en las pasadas elecciones autonómicas representara lo que no representa. Sigan pensando que España es una especie de plataforma de streaming a la carta, que se puede estar abonado o no; peor aún, que hay quien puede abonarse y quien da igual que pague igual que los otros, porque no le van a dejar ver ni series ni películas.

Hace tiempo que en Cataluña la corrupción es rampante, por no decir sistémica, pero de un tiempo a esta parte tiene, además, un objetivo claro: conseguir privatizar todo aquello que no se pueda independizar. ¿Que no pueden conseguir una Generalitat de verdad republicana y que no sea terminal del Estado en Cataluña? Pues nada, hombre: se la vacía de contenido, sobre todo se la vacía de dinero, se vuelcan todos los recursos en oscuras y mastodónticas entidades como Plataforma per la Llengua, La ANC o Òmnium Cultural, se le cuartean subvenciones a la mismísima TV3 y a Catalunya Ràdio para financiar oscuras aventuras audiovisuales mucho más afines, y no sujetas a ningún molesto control parlamentario. Se proclama, en resumen, una Generalitat paralela, malversadora y clientelar. Que sin ir más lejos se gasta 100 millones al año en hacer propaganda exterior del procés (con resultados nulos, excepto poner a un montón de indepes a pan y cuchillo) y que acaba de sacar a subasta 2 millones más en subvenciones entre «entidades civiles que trabajen por la proyección exterior de Cataluña». Miedito da…

Y quien dice la Generalitat, dice el Ayuntamiento de Barcelona, que bajo el yugo y las flechas de Ada Colau ha conocido la mayor decadencia de la capital catalana desde la guerra civil, pero también el mayor descaro de desgobierno, atasco de arbitrariedades y tráfico de recursos. De todo hemos visto y seguimos viendo para que la actual alcaldesa apuntale su poder: desde negociar apoyos inverosímiles a sus delirantes presupuestos a cambio de regar de asesores (remunerados) extra a grupos municipales de naturaleza tránsfuga y espuria, hasta que la Generalitat esté la mar de cómoda sin pagar su deuda cienmillonaria a la ciudad, porque el Ayuntamiento no se la reclama en virtud de componendas partidistas que en nada, y cuando digo en nada, es en nada, benefician al ciudadano ni al bien común. Vamos, que para variar, no salen ganando ni los okupas.

Por favor no me digan que esto pasa en todas partes porque, siendo lo mismo, no es igual. La fatal tendencia a la entropía humana y política sólo se compensa con contrapoderes efectivos, y en Cataluña sencillamente hace demasiado tiempo que mandan los mismos, en todas partes. Y además han convencido a mucha gente de que eso sólo puede ser así. El Partido Socialista sabe que cambiar de tercio, levantar las alfombras, hacer limpieza, resultaría muy doloroso y se dejaría piel en el camino. Piel de unos cuantos alcaldes suyos, sin ir más lejos. Por eso al final, si se les deja solos, hacen lo más fácil y lo más útil (sólo para ellos): pactar con los que han pactado toda la vida, para que todo siga igual. Sólo que cada vez es peor. A este paso habrá que constituir una oficina especial que indulte gente de la mañana a la noche, sin parar y a todo trapo.

Miren, es curioso, muy curioso, que los mismos que llevan años desgañitándose a favor de las «minorías» nacionales y de su supuesto «derecho a decidir», decidan ahora que unas mayorías parlamentarias corroídas por una masiva abstención, así como por la masiva desvergüenza de prometer unas cosas y hacer otras, les autorizan a desconectar de la ley y de la realidad vendiendo Barcelona y Cataluña a pedazos y a escondidas. Dando el cambiazo de la progreindependencia por una infinita red clientelar. Es verdad que ahora mismo los que nos oponemos a esto no tenemos la mayoría. Pero cuando la teníamos, eso no les detuvo, ¿verdad? Ni nos daban la razón entonces, ni nos la daran cuando volvamos a tenerla (la mayoría). Porque para según quién, esto no va ni ha ido nunca de democracia. Va y ha ido siempre de imponer sus intereses y los de sus amigos por la fuerza.

Moraleja: no hay que desperdiciar mayorías cuando las tienes, pero tampoco hay que tirar la toalla a la primera, ni hay minoría pequeña, o que no pueda volver a crecer, cuando la razón te asiste y el problema persiste. Desconfíen de quien les diga que en Cataluña todo va bien, o todo lo bien que puede ir, y, sobre todo, sobre todo, desconfíen de quien no se pueda esperar a las elecciones a dar por «muertos» a los adversarios políticos que más le escuecen. Porque no hay mal que cien años dure ni tortilla a la que tarde o temprano no se consiga dar la vuelta. Ellos lo saben. Por eso han empezado a vender todo lo de valor que hay en la casa. Para cuando les echen. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D