THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

Gilipolleces de precisión, dimisiones sin precisión

«“Diplomacia de precisión” consiste en seguir convocando reuniones en la ONU para decir hermosas palabras mientras Putin bombardea Ucrania»

Opinión
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Gilipolleces de precisión, dimisiones sin precisión

Irene Montero. | Ricardo Rubio (EP)

El populismo casi siempre de precisión que practica Podemos les ha llevado a proclamar que el pacifismo consiste en obviar la invasión de Putin, acusando al partido con el que comparte Gobierno de ser un «partido de la guerra» por no actuar del mismo modo. El presidente del Gobierno, líder del partido mayoritario en el espectro ideológico de la izquierda, hoy las saludará amablemente al llegar al Consejo de Ministros: buenos días, Ione; hola, qué tal, Irene; saludos, mi general; jajajaja, muy bueno, Ione… Todo va a estar bien.

Para colocar su argumento de que Podemos representa el pacifismo –«la paz es chulísima», por supuesto– dan por hecho que siete de cada 10 españoles partidarios de ayudar militarmente a Ucrania a defenderse de la invasión a sangre y fuego del sátrapa ruso, como tantos otros europeos, son todos ellos partidarios del derramamiento de sangre por medios violentos, partidarios de sembrar los trigales amarillos de cadáveres, partidarios de ver los hogares destruidos, partidarios del éxodo de refugiados bajo el fuego, partidarios de las bombas sobre La Perla del Mar Negro… Salvo ellos, con sus bellas almas, que son partidarios de que esto no suceda. 

La lógica de Podemos, claro está, tiene mucho de Vichy. Es el bullshit que sus influencers viralizan por las redes: los ucranianos están derrotados de antemano y con armas morirán más. No entienden la dignidad de la resistencia; solo que Putin deshaga a su antojo la soberanía ucraniana. Es lo que llaman «diplomacia de precisión», que consiste en seguir convocando más y más reuniones en Naciones Unidas y rondas de alto nivel en Ginebra para decir hermosas palabras –paz, libertad, diálogo, fraternidad– mientras Putin bombardea Ucrania con sus cazas de cuarta generación Mig-29, con misiles 57E2, con sus carros de combate T-72, con los lanzacohetes Uragan-1M capaz de alcanzar objetivos a 90 kilómetros, y además con los Tos-1ª Solntsepyok que lanzan 24 bombas de vacío termobáricas aunque estén prohibidas. Todo de bastante precisión, aunque no exactamente muy diplomática.

Naturalmente en Podemos están persuadidos no solo de que siete de 10 diez españoles son partidarios de la guerra, sino también sus propios compañeros de Gobierno, y en particular Margarita Robles, una suerte de monja alférez movida por el ardor guerrero. En definitiva, si el PSOE está con los partidos de la guerra, el PSOE es un partido de la guerra.

Nadie espera, por supuesto, que en el Gobierno haya destituciones de precisión, colocando a las dos ministras en la puerta de salida. E incluso se puede dar por hecho, como ironizaba ayer mismo Feijóo, que Sánchez no puede destituirlas porque ni siquiera las ha nombrado él, sino Iglesias. Eso sí, esto solo deja en evidencia a Sánchez. Al cabo, Iglesias, aunque ha reservado sus mejores elogios a Lenin, ha cuidado sus guiños estalinistas más allá de retratarse al modo del Iraklij Toidze, por más que Stalin no lograse el éxito de ser el tirano más sangriento en la historia porque Mao fue aún más eficaz triplicando los 23 millones de crímenes del Padrecito. Que Putin repita el holodomor de 1934, que causó cuatro millones de muertos por hambre en Ucrania no impresiona tanto. Y respecto a sus ministras, llevarán esto con la misma naturalidad con que Belarra o Montero pedían la dimisión de Rajoy por una subida de la luz sosteniendo que «Podemos jamás va a permitir una subida de la luz. Subir la luz es vivir de espaldas a la clase obrera. Nosotros nunca lo haremos», y hoy la verán sin más alcanzar los 700 euros.

Claro que sí hay algunas malas noticias para las ministras de Podemos: el Gobierno es un órgano colegiado. Art. 108: «El Gobierno responde solidariamente en su gestión…». De las decisiones que toma el gabinete responde todo el gabinete. O sea: Irene Montero está enviando armas a Ucrania y lo mismo Ione Belarra. Todo lo que sale del Consejo representa a todos los que están dentro. Yo no he enviado armas a Ucrania, ni usted que lee este artículo, ni el camarero de la cafetería que le acaba de servir el café, seamos partidarios o no… pero Irene Montero e Ione Belarra, al cabo ministras de la guerra en su terminología, sí están enviando armas a Ucrania, aunque después convoquen liturgias dominicales para corear «no a la guerra» blanqueando la mala conciencia a falta del coraje para dimitir de algo más que de su conciencia. Una dimisión de verdadera precisión.

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