THE OBJECTIVE
Javier Capitan

Nombremos Presidente a Felipe de Borbón

Y va el Rey y abdica. Hay quienes prefieren mirar hacia atrás para encontrar las razones: que si la “caderitis” le ha mermado, que si es consecuencia de un “yernitis” aguda combinada con una “elefantitis” mal curada”, que si una “corinitis” no cortada a tiempo dejó secuelas.

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Nombremos Presidente a Felipe de Borbón

Y va el Rey y abdica. Hay quienes prefieren mirar hacia atrás para encontrar las razones: que si la “caderitis” le ha mermado, que si es consecuencia de un “yernitis” aguda combinada con una “elefantitis” mal curada”, que si una “corinitis” no cortada a tiempo dejó secuelas.

Y va el Rey y abdica. Hay quienes prefieren mirar hacia atrás para encontrar las razones: que si la “caderitis” le ha mermado, que si es consecuencia de un “yernitis” aguda combinada con una “elefantitis” mal curada”, que si una “corinitis” no cortada a tiempo dejó secuelas, que si es el tratamiento preventivo a una “parlamentitis” de izquierda… Diagnóstico al margen, lo que resulta relevante es el remedio adoptado: una abdicación que, de algún modo, es el reconocimiento de que el futuro hay que afrontarlo desde nuevas perspectivas y que, óiganme, yo ya he hecho lo que me toca… ahora les toca al resto.

Algunos piensan que este gesto consolida una de las patas de la mesa, en tanto que otros creen que es la oportunidad de poner todo patas arriba. Como andamos escasos de problemas, lo mejor es crear de la sucesión uno más. Referéndum, tercera república, derecho a decidir… Se afirma que hay una generación que no votó la constitución y que, por tanto, no respaldó la monarquía. Según este argumento, cada cierto tiempo se debería abrir un nuevo proceso constituyente en el que se reconsiderara todo. Sometamos todos los títulos de la Constitución a referéndum, los que nos gustan y los que no y, aunque nos salga un bodrio, abramos ese proceso legitimizador. Y ya puestos, sometamos a votación la Declaración Universal de los Derechos Humanos, previa al nacimiento la mayor parte de la población del planeta, que igual no son mayoría los que están de acuerdo con que no haya distinciones de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política…

Yo no soy monárquico, pero debo admitir que esta monarquía es una institución que no me molesta. Creo que ha contribuido al progreso de España mejor de lo que lo hubiera hecho una presidencia partidista, aunque reconozco que eso no deja de ser una mera conjetura. Pero, cuando alzo el cuello para mirar a mi alrededor y atisbo quiénes pudieran ser los candidatos a presidir la república, me desazono. Así que, para quienes quieran que me sume a la opción republicana, sólo pongo una condición. Que nombremos presidente a Felipe de Borbón.

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