THE OBJECTIVE
Fernando Fernández

Caídos del cielo

«Estos impuestos son solo puro humo, peronismo del más rancio que busca grandes titulares en una prensa debidamente regada de favores»

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Caídos del cielo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la segunda jornada de la 26 edición del Debate sobre el Estado de la Nación. | Eduardo Parra (EP)

Pensaba hablarles de la era de inestabilidad económica y política que predicen ya todos los bancos de inversión, pero escuché el martes al presidente del Gobierno y ya no me atrevo. Porque tras proclamar enfáticamente en sede parlamentaria que «nadie sabe lo que va a pasar» como me voy a atrever yo, un triste escribidor, a contarles lo que piensan los que saben, esas fuerzas oscuras que conspiran contra el gobierno de progreso.  Pensaba también, abusando sin duda de su paciencia, contarles los problemas que está encontrando el BCE para diseñar y aprobar su anunciado instrumento anti-fragmentación, ese mecanismo mágico con el que pretende evitar que la prima de riesgo se convierta en un problema y el resurgir de las especulaciones infundadas en ese constructo que los economistas llamamos «los fundamentales» y el común simplemente irresponsabilidad y malas políticas. Pero el presidente ya me ha avisado que si hablo mal de España, es decir de él y de su gobierno, soy un vendepatrias. Y la verdad que a estas alturas de mi vida, emigrar me da mucha pereza, qué quieren que les diga.

Como caído del cielo, el beatífico presidente nos anuncia su lucha infatigable contra los malos y su defensa titánica de los más desfavorecidos. Un grupo que ya nos ha aclarado no incluye a los más de 14 millones de españoles que son partícipes de un fondo de inversión, y que perdieron el 10% de su ahorro en un rato. Ni tampoco a ese 12% de los hogares españoles que tienen una segunda vivienda para alquilar y completar su jubilación. La gran aportación del Debate del estado de la Nación a la teoría económica consistió en incluir las subidas de impuestos como arma anti-inflacionista. Una nueva ruptura con la tradición felipista en el partido socialista, pues recuerdo bien las diatribas que en tiempos de burbuja inmobiliaria nos lanzaban a los que pedíamos utilizar el IVA para evitar una espiral de precios que nos conducía inevitablemente al estallido de la burbuja con su consiguiente crisis inmobiliaria y financiera y  explosión del desempleo. 

La nueva teoría económica socialista, la que marca la línea de separación entre los brujos y curanderos y los científicos del progreso que gobiernan con el dato, consiste en que ahora los impuestos a las empresas son indoloros, porque caen del cielo y no afectan a los mortales. Las empresas del Ibex, todas menos las que pueden afectar a la campaña electoral como las telecomunicaciones o media, son como los ángeles. No sufren ni padecen. Pagan impuestos religiosamente, pero no los traspasan a sus clientes, trabajadores ni accionistas. No cambian sus decisiones de inversión, ni de localización de la producción o el empleo. Son angelicales y entienden que los beneficios caídos del cielo están a disposición de la patria progresista. Esta genialidad bien merece una mención en el próximo Premio Nobel de Economía. 

Porque hasta el feliz advenimiento, los malos economistas pensábamos que las empresas privadas tenían la obligación fiduciaria de maximizar sus beneficios y de distribuir su excedente entre trabajadores, de ahí la justificación de la negociación colectiva, clientes, en función de su poder de mercado, y accionistas, para evitar que se fueran con su capital a otros lares. Pensábamos también que las grandes empresas pagan mejores salarios, invierten más en capital humano y tecnológico, exportan más e innovan mejor, contaminan menos y son más transparentes. Pero estábamos en un error imperdonable. Todo eso eran solo beneficios caídos del cielo que están mejor a disposición del presidente y de sus necesidades electorales.

«El Debate sobre el estado de la Nación ha servido para hacer más probable la recesión en España, para deteriorar aún más las perspectivas de crecimiento, empleo e inflación»

Solo a un malvado economista, conspirador profesional y capturado por fuerzas oscuras, se le puede ocurrir que quizás estos impuestos sean solo puro humo, peronismo del más rancio que busca grandes titulares en una prensa debidamente regada de favores y entregados sus dueños a la captura de fondos europeos y empresas públicas, pero que su recaudación será prácticamente irrelevante. No sería la primera vez que las grandes promesas gubernamentales se quedan en fuegos de artificio. Ha pasado con el ingreso mínimo vital, la llamada tasa Google o la tasa de vivienda. Porque, pensemos como las fuerzas del mal. El beneficio contable sujeto a impuestos no es una ley de la naturaleza, es el resultado de ventas, costes y márgenes, y de múltiples decisiones de gestión empresarial y contable. 

Pensemos por ejemplo que los banqueros, usureros genéticos, háganme caso que los conozco, pueden aprovechar para aumentar sus provisiones ante el riesgo de impago asociado al cambio de ciclo económico. No solo aprovisionar la totalidad de los créditos ICO y corporativos sino también hipotecas, ante el riesgo de desempleo e inflación. Pueden también hacer caso a los apóstoles de la emergencia climática y  llevar a deterioro la totalidad de su balance de créditos «marrones», y de las garantías asociadas a los riesgos físicos y de transición. Pueden incluso repreciar sus activos financieros a las nuevas condiciones de mercado tras las caídas de Bolsas y bonos soberanos y provisionar las pérdidas esperadas.

¿Quién se lo va a impedir o siquiera reprochar? ¿Unas autoridades monetarias preocupadas por aumentar la solvencia de las entidades y que llevan advirtiendo de los bajos niveles de capitalización comparada con los que sigue operando la banca española? ¿Unos accionistas encantados de aumentar el valor a largo plazo de su compañía antes que contribuir a los excesos de gasto de este gobierno? Otro tanto podemos decir de las empresas energéticas. Que fácil tienen justificar un gran deterioro de sus activos asociados a los combustibles sólidos una vez que el gobierno ha ratificado su compromiso de eliminarlos del mix energético. Si así se ponen a la cabeza de la revolución verde, sostenible e inclusiva.

Pero aunque las medidas no generen más que un impacto marginal en la recaudación fiscal, el daño ya está hecho. Los inversores internacionales, esos profesionales de la especulación que constituyen una necesidad vital para una economía endeudada que vive del ahorro externo, la Comisión Europea y hasta el propio BCE, han tomado ya nota. Han apuntado en su libreta cómo se respeta la seguridad jurídica, cómo se cumplen los compromisos asumidos, cómo se entiende la consolidación fiscal inteligente, cómo se cuida el riesgo diferencial español, y cuál es la calidad de las instituciones y de las políticas públicas. Un país en el que el presidente anuncia nuevos impuestos y se pavonea ufano en el Parlamento de que nada sabían las ministras de Hacienda y Economía. No vaya a ser que se filtraran y le robaran su momento de gloria. ¿De dónde salen los estudios técnicos que justifican estas medidas extraordinarias?, ¿de dónde las estimaciones de recaudación?, ¿de dónde la consideración de los posibles daños colaterales? De la preclara visión  de nuestro presidente y sus asesores. ¡Qué suerte tenemos con este gran líder! 

Muchos pensábamos que el estado de la nación no iba a servir para nada. Y nos hemos equivocado. Ha servido para hacer más probable la recesión en España, para deteriorar aún más las perspectivas de crecimiento, empleo e inflación. Para aumentar la prima de riesgo y el daño asimétrico a la economía española. Esta crisis no ha caído del cielo, se la debemos a nuestro Presidente y a sus políticas. Aunque no lo podemos decir en voz muy alta porque nos convertiríamos en malos españoles. Es mejor seguir ocultando la realidad y jugando con la ilusión de un pueblo.

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